La ENDOMETRIOSIS consiste en la aparición de tejido similar al endometrio (tejido que recubre el interior del útero) fuera del útero.

Existen diversas formas de presentación según sea la zona afectada, aunque a veces se combinan varias formas en una misma paciente:

  1. formando quistes en los ovarios, conocidos como endometriomas o más popularmente “quistes de chocolate”
  2. implantes superficiales peritoneales (el peritoneo es la capa que recubre los órganos abdominales)
  3. nódulos infiltrativos profundos
  4. afectación de la capa muscular del útero (miometrio), de forma difusa llamada adenomiosis difusa o como nódulo único, llamado adenomiosis focal o adenomioma.

Este tejido endometriósico responde a las hormonas en cada ciclo, ocasionándose a dicho nivel una situación de inflamación crónica.

Se trata de una enfermedad benigna pero crónica, propia de la edad fértil de la mujer, pudiendo aparecer ya en la adolescencia, incluso antes de la primera regla. En pocas ocasiones persiste en la menopausia. La evolución en cada mujer es imprevisible. En algunas la enfermedad puede regresar de forma espontánea o estabilizarse, mientras que en otras la enfermedad puede progresar y extenderse.

Se estima que el 10% de las mujeres en edad fértil sufren esta enfermedad; el 10% de estas sufren la forma más incapacitante, la llamada endometriosis profunda. La prevalencia real es desconocida. No existen registros de la enfermedad en ningún país del mundo. Esto se debe a que algunas mujeres que la padecen son asintomáticas, es decir, en ellas se ha encontrado la enfermedad por casualidad al realizar una exploración, una prueba de imagen (por ejemplo, ecografía) o una cirugía por otro motivo. Otras veces se diagnostica en mujeres que consultan por problemas de fertilidad, y otras por presencia de síntomas relacionados con la enfermedad, fundamentalmente dolor de regla (dismenorrea), dolor con las relaciones sexuales (dispareunia), dolor al orinar (disuria) o al hacer deposiciones (disquecia).

Los síntomas son muy variables, pues dependen del lugar en el que está localizado el tejido endometriósico, fundamentalmente en la pelvis, pero también en otros puntos del abdomen, en cicatrices de cirugías abdominales y en raras ocasiones en ombligo, pulmón, cerebro u otros. Una pista para sospechar la enfermedad es la aparición de síntomas que se manifiestan o empeoran coincidiendo con la regla, aunque también hay excepciones (mínimas) en que es justo al contrario, desapareciendo o mejorando los síntomas durante la regla.

La gran variabilidad de síntomas, y la “normalización” del dolor de regla por parte de pacientes y sanitarios, dificulta el diagnóstico y contribuye al retraso del diagnóstico, que puede llegar a ser de hasta 7-10 años según la literatura publicada.

El retraso en el diagnóstico supone un retraso en el inicio del tratamiento, con la consiguiente repercusión negativa en la calidad de vida de las pacientes tanto a nivel laboral, como afectivo, familiar, social, sexual y emocional.

Clásicamente se ha exigido para confirmar el diagnóstico una cirugía con la confirmación histológica de la enfermedad. La tendencia actual es llegar a un diagnóstico clínico, es decir, por la presencia de síntomas y exploración compatibles con la enfermedad.

Es muy difícil conocer el número de mujeres afectadas, pues habitualmente los registros se hacen a partir de mujeres que han sido operadas, quedando sin contabilizar mujeres atendidas en consultas.

Es una enfermedad común aunque poco conocida, no sólo entre la población en general, sino incluso entre muchos profesionales de la medicina, y se estima que afecta a unos 14 millones de mujeres en toda Europa. En ningún país se sabe cuál es el porcentaje exacto de mujeres afectadas, ya que no existen estadísticas oficiales.

Se desconoce la causa exacta de la enfermedad, aunque hay varias teorías sobre su origen y se ha comprobado una cierta predisposición genética.

La endometriosis puede ser fácilmente reconocible por los médicos cuando se explora el interior del abdomen, aunque existen dificultades. En general, los implantes se disponen en forma de pequeñas baldosas planas y tienen un color marrón oscuro. Cuando se forman los quistes endometriósicos o endometriomas la sangre que contienen en su interior les confiere una coloración marrón rojiza oscura, por lo que coloquialmente se les ha denominado quistes de chocolate. Su tamaño puede oscilar desde uno o dos centímetros hasta los diez o quince. Si parte del líquido que contienen se vierte al abdomen, produce inflamación y como consecuencia, tejido de defensa o cicatricial. Si estas cicatrices se forman entre dos órganos aparecen las adherencias y pueden involucrar a útero, ovarios, trompas e intestino. Si la endometriosis infiltra la pared uterina a modo de raíces se denomina adenomiosis, lo que hace que el útero aumente de tamaño, se haga más rojizo y blando y sea más doloroso. Como situaciones más excepcionales puede incluso afectar a la vejiga de la orina, creando molestias al miccionar y pequeñas pérdidas de sangre, y al intestino, pudiendo ocasionar dolores abdominales semejantes a estreñimiento y diarrea.

Cuando la endometriosis se manifiesta en forma de quistes en los ovarios es fácil de diagnosticar mediante ecografía. La palpación de los quistes puede verse dificultada cuando hay obesidad o cuando la paciente ofrece resistencia a la exploración por dolor.

Los implantes peritoneales únicamente pueden verse mediante una laparoscopia: intervención quirúrgica que consiste en la introducción de una cámara a través del ombligo para la visualización del abdomen y la pelvis. El aspecto de estos implantes puede ser muy variado en cuanto a número, forma, coloración y localización. A veces están muy escondidos, de modo que el hecho de no identificarlos durante la laparoscopia no significa 100% que no haya endometriosis.

Las lesiones infiltrativas profundas son difíciles de identificar y precisan exploraciones más avanzadas como ecografía avanzada o resonancia magnética. Otras veces se descubre la extensión de la afectación en la laparoscopia, sobre todo cuando hay cuadros de adherencias, consecuencia del proceso de inflamación crónica característico de esta enfermedad. Generalmente son los síntomas que presenta la paciente los que hacen sospechar una endometriosis profunda: por síntomas digestivos (estreñimiento, disquecia, sangrado con las heces), síntomas al orinar (por ejemplo, sangre en la orina coincidiendo con la menstruación) o dolor pélvico persistente no controlado o mal controlado con los tratamientos hormonales y analgésicos habituales.

El éxito del control de la endometriosis está en un pronto diagnóstico, en un correcto manejo médico-quirúrgico, priorizando el control de los síntomas con tratamiento médico y realizando un adecuado consejo sobre la fertilidad. Las cirugías deben limitarse a los casos en los que exista una importante afectación del intestino o de la vía urinaria, o aquellas mujeres en las que el tratamiento médico falla para el control del dolor.

Con el conocimiento preciso de su origen, se espera encontrar tratamientos que actúen sobre su causa y no contra sus consecuencias.

A continuación, la Dra. Ana Cristina Lou, Directora del grupo director de la Estrategia de endometriosis en Aragón, y ginecóloga especialista en endometriosis del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, de Zaragoza, en su intervención en la II Jornada por la endometriosis de Aragón, explicando los avances en el conocimiento y tratamiento de la endometriosis.